El país supo ser el 25° máximo exportador del mundo. Hoy es el 48°. La balanza comercial desde fines de 2018 es superavitaria, pero por la abrupta caída de las importaciones consecuencia del modelo M. La política nacional y el contexto internacional juegan un rol clave.
“La Argentina necesita dólares”. No es una frase más. Es una premisa que comparten desde el presidente Alberto Fernández hasta los diversos sectores económicos. Dado que la “maquinita” que imprime billetes con la leyenda “In God we trust” no se encuentra aquí sino en Estados Unidos, las principales formas que tiene el país de hacerse de divisas son mediante el comercio exterior, el endeudamiento, o bien la inversión extranjera directa. Tomando deuda ya se vio lo que ocurrió; la lluvia de inversiones que se prometió durante cuatro años nunca llegó. Pero quedan las exportaciones que después de todo son la mejor y más sana fuente dólares que tiene el país. El desafío es cómo potenciar los productos argentinos.
Tomando los registros de Balanza Comercial del INDEC, la Argentina tuvo desde el año 2000 hasta 2014 superávit comercial. Hasta 2012 la diferencia entre exportaciones e importaciones era superior a los u$s11.000 millones anuales a favor del país. Sin embargo, la caída de los precios de las commodities, especialmente la soja, redujeron ese beneficio y se volvió negativo en 2015. Tras una leve recuperación al año siguiente, la caída volvió a profundizarse los dos posteriores. En este 2019 la balanza se recuperó en términos de beneficio, pero se explica por la abrupta caída de la actividad económica y la megadevaluación que desplomaron las importaciones.
Según un trabajo de la consultora DNI, del especialista Marcelo Elizondo, Argentina “ha venido perdiendo participación en el comercio mundial de manera sostenida desde hace muchos años”. Allí se indica que “de generar 2,7% del total de las exportaciones mundiales en 1945, o aún un 0,8% de las exportaciones totales en el planeta en 1960, Argentina ha caído de modo sistémico hasta generar solo el 0,3% del total mundial de exportaciones en los últimos años”. En la historia reciente, de la que se tiene registro en organismos internacionales, de ser el 25° exportador mundial en 1975 pasó a ser el 48° en el último año.
Cuando Macri encaró la campaña que lo llevó a la presidencia en 2015 su discurso exportador apuntaba a “abrir a la Argentina” al comercio internacional y convertir en el país en “el supermercado del mundo”, dejando atrás la visión histórica del “granero”. Eso, claro está, implicaba una industrialización de las materias primas, para vender productos finales con mayor valor agregado, y por ende un precio más alto. Lejos de que esto ocurra, las exportaciones se mantuvieron primarizadas. Ejemplos son que se incrementaron las ventas al exterior de carne y limones, pero se perdió mercado en biodiésel y el sector automotriz, solo por mencionar algunos casos. El proceso estuvo lejos de ser exitoso. Para peor, el sector industrial quedó en un estado calamitoso, y el consumo interno muy deprimido por la pérdida de poder adquisitivo de la población. La nueva gestión que encabeza Alberto Fernández, y que puso al frente de la misión de revertir esa ecuación clave para la economía al ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, llega con la impronta de recuperar el complejo exportador y traer los dólares que tanto se necesitan. Como novedad, este fin de semana se tomó la decisión de elevar los derechos de exportación al agro, por lo que el escenario se va reconfigurando.
¿Qué hacer con el comercio exterior?
“La Argentina parece tener un problema de fondo, los resultados son malos desde hace años, y no se resuelve con un ajuste marginal”, sostiene Elizondo. E identifica cinco prioridades. “Lo primero que hay que hacer es estabilizar la economía, no se puede exportar sin tener un cálculo económico en moneda estable. Estabilizar variables como el tipo de cambio, inflación, tasas de interés; variables que no se corrigen en base solo en bases políticas. El comercio internacional requiere de política de largo plazo”. Asimismo, opina que “hay que atacar los problemas de competitividad, que son sistémicos. La Argentina tiene una economía bastante antigua en algunos sectores en términos de capacidad productiva, y para eso se requiere una tasa de inversión más alta, que corrija la calidad exportable”. Por otro lado, un tercer punto es mejorar todos los servicios para el complejo exportador, como infraestructura, puertos, y rutas.
Por último, Elizondo plantea dos aspectos que están ligados a la política internacional, y tienen que ver con mejorar la capacidad de inserción de las empresas argentinas en las cadenas internacionales de valor y con impulsar el acceso a los mercados. Ambas cuestiones requieren de la denominada “rosca”. Por un lado, las negociaciones dentro del Mercosur, con el conflictivo presidente de Brasil Jair Bolsonaro. Mientras el mandatario del vecino país propone un debilitamiento del bloque y permitir los acuerdos bilaterales, Alberto Fernández promueve una profundización de la fuerza conjunta de las naciones miembro. Por otro lado, está el rol clave que juegan las embajadas en lograr abrir mercados para la Argentina, para colocar los productos locales y con aranceles más bajos de los que rigen hoy. Esa tarea fue encomendada, tal como lo expresó públicamente el flamante Presidente, al canciller Felipe Solá. “Los productos argentinos pagan mucho arancel para entrar en la mayoría de los mercados del mundo. Estos acuerdos requieren no solamente confluencia comercial, requieren confluencia política”, resalta el consultor.
Trump y el Brexit
No es menor tampoco el contexto internacional en el que le toca gestionar al nuevo Gobierno. El estadounidense Donald Trump desplegó a lo largo de su presidencia una política proteccionista y apeló en varias oportunidades a la aplicación de aranceles -a veces concretados, otras simplemente amenazas- para negociar con sus competidores y no solo por temas económicos. Lo hizo con México para que se siente a tratar la cuestión inmigratoria; lo hizo con China y desató una guerra comercial que pese a las negociaciones, las idas y vueltas, aún tiene en vilo al mundo; y lo hace ahora con el británico Boris Johnson, que tras fortalecerse en las pasadas elecciones y acelerar el brexit -la salida del Reino Unido de la Unión Europea- le propuso acuerdos bilaterales. También lo hizo con el acero y el aluminio argentino y brasileño a principios de este mes.
En cuanto al conflicto entre EE.UU. y China hubo buenas noticias la semana pasada luego de que alcanzaron un acuerdo. A pesar de la incertidumbre, la conclusión de esa disputa haría crecer nuevamente la economía global. “Queda atrás la sombra de una posible recesión mundial 2020, o desaceleración, con el acuerdo comercial EE.UU.-China. En nuestras estimaciones el crecimiento global se ubicará en el 3,7% anual casi 1 punto más que 2019”, opinó al respecto el economista Martín Redrado.
Respecto al brexit, el impacto para la Argentina dependerá de la negociación a la que lleguen los países de la Unión Europea con Gran Bretaña. “Argentina es una economía altamente complementaria con la del Reino Unido país donde los intereses agro industriales son relativamente débiles y por ende donde la oposición interna a un acuerdo con el Mercosur, no es tan poderosa como la que periódicamente continúa expresando Europa continental”, explica Julio Nogués, de la Academia Nacional de Ciencias Económicas. Y agrega: “Por lo tanto, las ganancias para el Mercosur y Argentina de firmar un acuerdo con el Reino Unido provendrán no solo del aumento de las exportaciones agro industriales pero también, de las importaciones de este origen que incorporan tecnologías de frontera”. En cambio, si la potencia europea firma acuerdos bilaterales con otros países el impacto del brexit para la Argentina podría ser negativo, o en el mejor de los casos, nulo.
Dólar
La cuestión del tipo de cambio argentino es fundamental para las exportaciones. Con el dólar a $63 el país se volvió más competitivo en materia de ventas al exterior. Lo que se debe seguir con detenimiento es si el tipo de cambio acompañará a la inflación o si el dólar vuelve a quedar atrasado. Porque en la actualidad, el precio es competitivo, pero hay que ver qué sucede hacia adelante. Claro que, como ya queda claro, esta no es la única variable para mejorar la competitividad.
Aunque más allá del tipo de cambio, también está la política exportadora, la cual Alberto Fernández promueve impulsar. “El Presidente no está hablando de vivir con lo nuestro, habla de más productos argentinos en el mundo. Hay que ver los hechos”, señala el especialista.
Y es que su antecesor también abogaba por esa premisa, pero lo discursivo no se tradujo en grandes resultados. “En la presidencia de Macri las exportaciones crecieron un poco durante la última parte, pero no fue una mejora sustancial”, aclara Elizondo.
Frente a la crisis que atraviesa el país y la necesidad de divisas, el Gobierno actualizó las retenciones a las exportaciones agropecuarias con lo que busca aumentar la recaudación en un 2020 que se anticipa tendrá una mejor cosecha que la de este año. Según el mismo Fernández explicó en las últimas horas, lo que se hizo no fue elevar los porcentajes, sino eliminar el tope de $4 por dólar que había quedado retrasado tras la fuerte devaluación. “Tenemos que entender que todos tenemos que hacer un esfuerzo, y el campo también”, remató.